lunes, 2 de marzo de 2015

¿La naturaleza tiene la culpa?


La naturaleza no tiene la culpa, se defiende como puede. Somos nosotros que deforestamos, desmontamos, recalentamos el planeta, urbanizamos y consumimos sin control.
Durante meses no cae una gota, las perdidas por sequias se calculan en millones, los ríos bajan, las centrales hidroeléctricas alertan riesgos para el normal abastecimiento de energía, mueren animales y se pierden cultivos. De repente en tres días llueve lo que corresponde a un trimestre y esos mismos ríos desbordan, los desagües no alcanzan, las obras de infraestructura son insuficientes y muestran los límites de nuestra propia intervención. En ambos extremos se culpa a la naturaleza, nos excusamos suponiendo que son eventos extraordinarios, pero que suceden cada año.
El monte filtra el agua, retiene la humedad, baja la temperatura y aporta una serie de beneficios que no pueden reemplazarse casi con ninguna otra cosa. Cuando el cultivo de la soja se mostró como algo rentable y las empresas multinacionales diseñaron productos cada vez más resistentes, la víctima directa fue el monte. La frontera cultivable se llevó a límites insólitos, obscenos. Se arrasó el monte de una manera tan notable que para conservar las apariencias se crearon leyes de protección del monte con un resultado concreto: cada vez hay menos monte y más soja. Imaginemos una lluvia abundante en un monte, y ahora imaginemos esa misma lluvia en un terreno surcado, lleno de soja. ¿En qué terreno el agua es retenida, aprovechada, filtrada y en cuál el agua corre sin impedimentos hasta llegar a la ruta o la ciudad? Llevemos eso a miles y miles de hectáreas en todo el país. ¿Es culpa de la naturaleza?
La urbanización, es decir la creación de áreas urbanas en zonas donde antes ¿qué había? Adivinaste. La urbanización, decía, pareció no tener límites. Laderas, montañas, zonas ganadas al río, etc. pasaron a ser pueblos, barrios, planes de vivienda y otras variantes que permitieron la instalación de personas y todo lo que eso implica. De nuevo, si antes había árboles, monte, césped, etc. y ahora hay un barrio con sus calles, sus casas y demás edificaciones ¿qué pasa si llueve mucho? De nuevo, ¿es culpa de la naturaleza?
El consumo, la desenfrenada manía por tener el último modelo de lo que sea, por descartar el modelo viejo, que apenas cumplió un año en nuestras manos, o apenas un poco más. La falsa creencia de que podemos consumir así para siempre y sin consecuencias, hace que por un lado debamos extraer materiales que no alcanzan a reponerse o son directamente agotables y por el otro que no tengamos dónde poner la basura que producimos. Si sacamos, por ejemplo, madera de un lugar, y lo reemplazamos por unos pinos ordenados en fila india, o cualquier especie que crezca rápido. O por poner otro ejemplo, creamos cada vez más productos que requieren de electricidad que se produce con métodos igualmente dañinos, ya que las llamadas “energías limpias” no son aparentemente una opción, eso tiene consecuencias. ¿Cuántos enchufes tenía la casa de nuestros abuelos? ¿Cuántos prolongadores y adaptadores tenemos ahora en casa? ¿Todo se soluciona con pagar la factura de la luz? Una vez mas ¿Es culpa de la naturaleza?
La angustia que produce el agua llegando a tu puerta, entrando en la casa y arruinando una vida de esfuerzo, no tiene parangón. La sensación de ver el río crecer, que las informaciones son confusas otra vez y que desde la última vez casi no cambió nada, que no era una situación tan excepcional porque se está repitiendo, la tentación es mirar hacia arriba y culpar a la naturaleza. La otra tentación es culpar a los funcionarios y pedir obras de infraestructura, algo que frene el agua, que la desvíe para otro lado. Eso es trabajar sólo sobre las consecuencia, pero nada estamos haciendo para solucionar las causas. En los párrafos anteriores hay algunas, sólo algunas pautas de lo que estamos haciendo mal.
Alguna vez, y ojalá el momento sea ahora, debemos tomar consciencia de lo que se debe cambiar y cambiarlo. No se trata de hacer leyes para callar a los protestones de siempre, de publicitar frases bonitas a la medida de alguna campaña electoral. Se trata de un cambio cultural profundo que merece toda nuestra atención porque se trata de definir si es que el planeta es apto para humanos o si la naturaleza va a soportar mucho más el modo en que estamos actuando. Se trata de vos en tu propia casa, de miles de acciones en un mismo sentido, en un mejor sentido. Se trata de mayor y mejor información, para no cometer errores sin saberlo o no contribuir a algo que colabora con este daño. Se trata de tu voto. Se trata, en definitiva, de saber que no hablamos del mundo de nuestros nietos ni bisnietos, se trata de este mundo, del nuestro, porque el agua (entre otras cosas) avanza hoy, como el año pasado y ojalá que no el año siguiente.