También soy muchas otras cosas, estudiante,
hijo, amigo, trabajador, comunicador, pero hoy elijo ser corredor.
Estoy bien, muy bien. Hace un año que estoy en tratamiento y
mi decisión de contarlo de esta manera tiene que ver con estas dos
cosas y con que en este tiempo alguna gente querida me decía que no
sabía nada y con otros que saben todo hablábamos sin querer, como
en secreto. Prefiero contarlo yo, para que no se entienda mal y vean que estoy bien y sereno.
No tengo nada que ocultar, quiero ser libre también de esto.
Estoy enfermo y puedo y quiero hablar de eso con total naturalidad.
Por supuesto que la incertidumbre del primer tiempo lleva al
miedo y la cautela. Los primeros meses fueron duros, desde lo físico
y lo emocional, pero la decisión de pelear con sonrisas me ayudó a
mantener, por lo general, el buen ánimo.
Por supuesto que hay
días malos. Estoy más débil y me duele la panza o el cuerpo
infinitas veces más que antes. Hay días en los que no se puede
sostener la sonrisa y el buen humor. Sin embargo son muchos más los
días buenos. Muchos más. Al principio no tanto, pero ahora el que
me ve, si no sabe, no se entera.
Hay muchas cosas que
cambiaron. Juego con varios defensores menos y sin arquero, así que
si va al arco casi siempre es gol. Si no me cuido me enfermo de
cualquier cosa y cuidándome a veces también. Así que si están
resfriados, engripados o cualquier cosa contagiosa, salúdenme de
lejos que no me voy a ofender.
No me banco una noche de mal
sueño y mucho menos dos. No puedo comer muy pesado ni tomar alcohol.
Descubrí el componente social del alcohol y me pierdo muchas más
cervezas con amigos de las que quisiera, aunque yo esté dispuesto a
tomar un jugo de algo o gaseosa.
Me canso más fácil y como
hay veces que no puedo con algunas cosas, cuando si puedo quiero
todo. Algunas cosas no son del cuerpo sino de la cabeza, pero somos
uno y esta todo mezclado.
Desde chico corrí
Después dejé por mucho tiempo. Mi abuelo fue
maratonista y desde que recuerdo correr una maratón fue una
aspiración mía como la de tantos miles de corredores. Un buen día
decidimos con mi entrenador empezar a prepararnos para eso. Empezamos
un año y medio antes. A medida que se acercaba la fecha esos 42km
195m pasaron a ser un objetivo de todo nuestro grupo más que mío
personal.
En los días de mayor incertidumbre correr me salvó,
en muchos sentidos. Repitiendo los estudios médicos para la carrera,
apareció lo de mi enfermedad. Faltaban como dos meses para la
carrera cuando empezó todo y durante ese tiempo no abandonamos la
aspiración. Todos los días tenía un motivo para levantarme, para
cuidarme, para no aflojar del cuerpo ni la cabeza.
Unos pocos
días antes de la carrera llegó mi diagnóstico, Leucemia Mieloide
Crónica. Decidimos correr igual. Mi doctora me autorizó y
pospusimos unos días el inicio del tratamiento. Con muchísimas
complicaciones y con la ayuda de mi entrenador me convertí en un
emocionado maratonista. Conmigo corrieron y sufrieron muchos desde su
lugar, pero eran mías las lágrimas y esa medalla. Me gané ambas en
buena ley.
Por unos meses no pude hacer demasiado y mucho menos
correr. Pero el deseo de volver a mi vida anterior ayudó a mejorar
rápido, junto, claro, a los aciertos médicos y el apoyo de
familiares (sobre todo mi vieja) y amigos que se hicieron notar.
A veces hay que perderse para poderse encontrar
Hoy los colores
son más vivos, los sabores más intensos, los amigos más amigos.
Como puedo, disfruto todo con más intensidad y cuando no puedo
espero paciente y sonriente hasta poder.
Decidí no regalar
nada, sonreír siempre y dar lugar a mis emociones antes que las de
nadie. Siempre intento estar mejorando y me sirve mucho pensar en el
agua para el mate, que si no se esta calentando, se esta enfriando.
Por eso no quiero conformarme y aunque estoy bien quiero estar mejor.
No tengo idea a quien le pueda interesar leer esto, pero para
mi es un modo de enfrentar a lo desconocido y relajar del cuero para
adentro. Se que todo va a ir bien y por eso lo comparto. No tengo
miedo, o quizá como todos tengo miedo a sufrir. Por ahora lo más
extremo parece lejano, pero el sufrimiento a veces no tanto. Yo antes
iba al médico una vez al año para que me diga que no vuelva hasta
el año siguiente. Ahora me pinchan, me sacan, me estudian a cada
rato. A veces duele, a veces molesta o a veces asusta, pero es quizá
el precio de poder disfrutar todo lo demás y la vida recompensa con
personas maravillosas que uno conoce en lugares así.
Voy a
seguir corriendo por los que no pueden. Voy a seguir sonriendo por
los que tampoco pueden. Voy a disfrutar todo el doble y a compartir
los miedos y las alegrías por igual.
Voy a vivir con esto lo
que resta del viaje, así que vamos a hacerlo bien y prefiero que no
sea ningún secreto, porque hace un año es parte de lo que soy y lo
que voy a seguir siendo.
No se van a salvar tan fácil de mi.
El Fede